Reynerio Tamayo - Visual Art

Estrellas entre los cuernos del toro.

Mientras la década del noventa penetra en lo que pudiéramos llamar su madurez, y el ambiente cultural cubano ha perdido casi el asombro ante las citas, las mil y una maneras de apropiación y el sin dudas tropicalizado pastiche, es posible aún sorprenderse ante la provocadora exposición de Reinerio Tamayo (Granma, 1968) “Mitos, genios y leyendas”, que presenta la refuncionalizada galería La Acacia, sobre todo por la magia que da a los ojos placer semejante a ese regusto impreso en el paladar, tras el contrapunteo entre la sutil delicadeza de un mojito y el vigor expansivo del saoco.

Conformada por 16 piezas (15 lienzos y una minuciosa instalación) en ella por primera vez Tamayo deja atrás su pasión de acuarelista, sin abandonar el virtuoso manejo del pincel que ahora se afana con el óleo; olvida_ del arte narrativo aquellas sus singulares historietas, y recuperado de su fobia al vacío, instaura la neutralidad apacible de los fondos. Sobrevive sin embargo en él la “manía” del humor y la de articular su discurso a través de las imágenes de Van Gogh, Leonardo, Picasso o Dalí. Se apropia y manipula “La maja” y “El fusilamiento”, de Goya; de Velázquez toma, entre otras, “La infanta Margarita”, o cita las abstracciones de Malevich y Mondrian, unas veces como sustento morfológico y otras fundidas a lo conceptual. Al mismo tiempo de realizar nuevas versiones de piezas anteriores e incorporar “aires” que remedan la corte española del siglo XVII, exhibe un dominio técnico apreciable en la soltura con que trabaja las telas creando efectos, contrastes, texturas, y procesando el color según las exigencias de temas en los cuales da vida a un universo de personajes en linde por lo general con la caricatura.

Si bien pudiera señalarse alguna pieza que suena falsa en su poética, existen razones suficientes para haber reunido estas obras como conjunto expositivo. En él sobresale, por su intertextualidad y la ingeniosa fusión de géneros (naturaleza muerta y pintura erótica) “La reina de la papaya”, cuyo juego, entre el candor y la seducción, se deja acompañar del enigmático espíritu y de los personajes, no sólo de la jugosa fruta y la desnuda maja, sino también de sus golosos conquistadores. Junto a ella está “La caída de Ícaro”, en cuya lectura se disfruta de una muy especial revelación de las artimañas del poder en la que concurren diversos lenguajes y una atmósfera de permeada certidumbre. Llama en ella la atención – por exclusivo – el sentido del color y el carácter simbólico que cobran elementos comunes a las naturalezas muertas combinados aquí entre otros con el retrato y la caricatura, sintonizados con la estrategia manipuladora. Sólidas también resultan piezas como: “El chupa chups de Salvador Dalí” y las inspiradas en el paradigmático Van Gogh “Fama”, “El campeón de la subasta” y “A Van Gogh le duele su nueva oreja”, donde sobresale lo lírico. Al parodiar por tres veces El fusilamiento del 3 de mayo de 1808” de Francisco de Goya, Tamayo manifiesta un recurso evidente en buena parte de su trabajo anterior al desarticular a golpe de ingenio (llámese humor) el sentido a veces patético de la existencia y logra, a través de él, carnavalizar el dolor. Esto puede ser visto como una expresión actualizada de esa herencia cultural que incorpora – en cierta medida – como elemento sustancial, a la idiosincrasia del cubano, lo que Jorge Mañach definiera como “choteo”, cuyo origen localizó en las circunstancias, y uno de cuyos parabienes está en su “función crítica”1.

Si sondeamos las obras podemos hallar otras claves articuladas con esa suerte de tropicollage de arte universal que funciona como metáfora del mestizaje cultural – entendido como acento en su discurso – al priorizar en el todo las evidencias de la promiscuidad de las partes que componen el lenguaje plástico contemporáneo. En el acento está su manera fresca de expresar lo nacional, como es ese primer acercamiento a las deidades del panteón yoruba en su instalación “El viaje de los dioses al infinito”. Está en ella su inconformidad con el fetichismo iconográfico común a las representaciones de los orishas. Armado de sus leyendas, de su encanto surrealista y su cubanidad, él los representa como naves espaciales (en papier maché), híbridos entre carros “americanos”, aviones y artilugios voladores del futuro. Lo importante es el viaje, el vuelo hacia ese infinito, más allá del tiempo, ese trascender todo límite que espléndidamente brindan las abstracciones de Malevich, las que alcanzó realmente, o las que Tamayo ha inventado.

Pese a que “Mitos, genios y leyendas” exhibe una mayor madurez, se resiente como exposición por algunos gazapos en la curaduría, y deja ver que todavía al artista le quedan cosas por resolver como en ese tránsito por el instalacionismo, alternativas de montaje por esta vez erráticas.

Todo esto no eclipsa, sin embargo, la sorpresa ante su fantasía, o su afán de miniaturista que por momentos abandona, iluminador de su contemporaneidad, coqueteando a veces con las “cumbres” de un arte ante las cuales no necesita acceder, gracias a esa soledad (o singularidad) cuya licencia lo deja libre, sin necesidad de probarnos nada.

Tamayo – hombre de ideas como él mismo se define – con los pies y el pincel en su tierra, al igual que Van Gogh, anda obsesionado con la pintura. Es ella quien lo mantiene vivo, alimenta y eleva por encima de cualquier fracaso existencial. La pintura, como el universo, como el conocimiento, sin principio, sin final, infinita en sus posibilidades. Por eso podemos sentir cómo el artista la embiste con la fuerza un tanto salvaje de los dioses afrocubanos que él puso a volar. Luego cierro un instante los ojos e imagino – mientras escucho de ‘Gerald Jay Markoe Music from the Pleiades’, luz de estrellas entre los cuernos de Tauro que sirven de guía a las naves luego de haber emprendido semejante viaje.

(1) Mañach, Jorge. “Indagación del choteo”. En “Los mejores ensayistas cubanos”, selección de Salvador Bueno, Editora Popular de Cuba y del Caribe. S.F. p. 81

Caridad Blanco de la Cruz

La Habana, 1997

Stars  between  bull’s  horns

While the decade of the ninetieth achieves what we could call its ripeness, and Cuban environment has almost lost its amazement before quotations, the thousand and one ways of apropriations and without doubt, the tropicalized pastiche,it is yet possible to get surprised with Reineiro Tamayo’s provocative exposition “Mitos, genios y leyendas” (Granma, 1968), presented at refurbished La Acacia Gallery, specially because of the magic that brings pleasure to the eyes, similarly to that enjoyable taste imprinted on the palate after the counterpointing between a “mojito’s” subtle delicacy (‘mojito’ is a world famous  Cuban alcoholic beverage) and the expansive vigor of “saoco”  (a quite different taste of Cuban beverage).

Consisting of 16 pieces (15 canvas and a minutely precise installation), in this solo exposition Tamayo – for the first time – leaves behind his passion for water color, and without abandoning his skillful dexterity with the brush, eagerly embraces oil and forgets, from narrative art, those unique stories of his, and recovered from his vacuum phobia, restores the peaceful neutrality of backgrounds.  Survives in him, nevertheless, his humor “mania” and his urge to articulate his discourse through Van Gogh’s, Leonardo’s, Picasso’s or Dalí’s images. He apropriates and manipulates Goya’s “La maja” and “El fusilamiento”; from Velásquez he takes, among others, “La infanta Margarita”, or quotes Malevich’s and Mondrian’s abstractions, sometimes as a morphological sustenance and other times fused into conceptuallity.  At the same time of doing new versions of his former works and adjoining in “airs” simulating 17th Century Spanish court, he exhibits a worthy technical mastering in the easiness with which he works creating effects, contrasts, textures, and processing color according theme’s requierements, in which he enlivens a universe of characters generally nearing caricatures.

If it is right to point out in some of his works some out-of-tune poetics,there are sufficient reasons for gathering these works in an expositive collection.  In it excels, due to its intertextuality and the ingenious fusion of genres (still life and erotic painting) “La reina de la papaya” (Papaya’s queen), whose game, between candor and seduction, allows to be accompanied by the enigmatic spirit and the characters as well as by the naked “maja” and her gluttonous conquerors.  Beside her is “La caída de Ícaro” (Icarus falling) in whose lecture you can enjoy a very special revelation of power stratagem mixed with several languages and an atmosphere of permeated certainty. It is outstanding – for its uniqueness – the color sense and the symbolic character which collect common elements to still life, combined here – among other ones – with portraits and caricature, tuned in with the proper maneuvering strategy. Some other pieces are also solid, like “El chupa chups de Salvador Dalí” , and the ones inspired by paradigmatic Van Gogh like “Fama”  (Fame), “El campeón de la subasta” (The auction champ) and “A Van Gogh le duele su nueva oreja” (The new ear is hurting Van Gogh) where the lyric vein is outstanding. On paroding – for three times – Francisco de Goya’s “El fusilamiento del 3 de mayo de 1808” Tamayo states an evident recourse in a great part of his former work on disarticulating them by talented (let’s name it “humored”) strokes the sometimes pathetic sense of existence, and is able, through it, to carnavalize pain.  This can be seen as a present expression of that cultural heritage which incorporates – in a certain way – as a sustancial element, Cuban ideosyncracy, what Jorge Mañach defined as “choteo” (mockery, jest), whose origin is localized in circumstances, and one of its congratulations lies in its “critical function” ¹.

If we explore Tamayo’s works we may find another keys, articulated with that sort of universal art “tropi-collage” which functions as a metaphor of cultural half-breed – extended as an accent in his discourse – on priorizing in the whole the promiscuity evidences of the parts constituting contemporary plastic language.  On the accent lies his fresh way of expressing nationality, as it is his  first  approach to dieties from Yoruba pantheon in his instalation “El viaje de los dioses al infinito” (The gods’ travel to infinity). Within it lies his disagreement with iconographic fetichism common to “orishas” (African gods) representations. Armed with his legends, with his surrealistic charm and his “Cubanity”, he represents them as space ships (made on papier maché), hibrids among “American” cars, airplanes and flying artifacts of the future.  The important thing is the trip, the flight to nfinity, farther from time, that sort of trascending every limit that so explendidly bring Malevich’s abstractions, the ones he really reached or the ones Tamayo has invented.

In spite that “Mitos, genios y leyendas” (Myths, geniuses and legends) shows a greater maturity, it is resented as an exposition due to some small blunders in curatory, and permits seeing that the artist still has some things to solve, like this trip through installationism, setting up alternatives somewhat erratic this time.

All this does not eclipse, nonetheless, the surprise before his fantasy, or his eagerness as miniaturist that in some moments he turns around his back to, as he is an illuminator of his contemporaneuness, sometimes flirting with the “heights” of an art he does not need to consent, thanks to that loneness (or singularity) whose license lets him free, without any need to prove us anyhing. 

Tamayo – man of ideas, as he defines himself – with his feet and his brush on earth, the same as Van Gogh goes on obsessed with painting. It is painting the one that keeps him alive, feeds him and lifts him above any existential failure.  Painting is, like universe, like knowledge, without beginning, without end, infinite in its possibilities. That is why we can feel how the artist attacks head on with that somewhat savage strength of the Cuban gods he set them flying. Afterwards I close my  eyes for an instant and imagine – while I listen to Gerald Jay Markoe’s Music from the Pleiades, light from the stars between Taurus’ horns, that serve as guides to vessels after they had engaged in such a trip.

(¹)  Mañach, Jorge. “Indagación del choteo”.  En “Los mejores ensayistas cubanos”, selección de Salvador Bueno, Editora Popular de Cuba y del Caribe, S. F. p.81

Caridad Blanco de la Cruz

La Habana, 1997